Carolina
Rojas Madrigal y César Villegas
Resumen
Este artículo está organizado en dos
segmentos planteados con una lógica didáctica. En un primer plano se presentan
consideraciones conceptuales, históricas y teóricas sobre los procesos
terapéuticos que se asumen desde el Trabajo Social, para clarificar la postura
de la autora y el autor ante este tema. Esta disertación le permite al lector o
lectora ingresar en un segundo nivel de análisis en el que se hace mención de
los “mitos” que la autora y el autor han logrado captar en discusiones apenas
iniciadas en la academia sobre esta forma de trabajo profesional.
Se toma entonces como punto de partida la concepción de cada “mito” y se plantea una propuesta para desmentir lo que se consideran interpretaciones inadecuadas de los procesos terapéuticos desarrollados en la profesión. Así pues, se desarrollan punto por punto argumentos desmitificadores sobre el tema en cuestión, esperando con esto brindar puntos claros para un debate que, como se mencionó líneas atrás, apenas empieza.
Se toma entonces como punto de partida la concepción de cada “mito” y se plantea una propuesta para desmentir lo que se consideran interpretaciones inadecuadas de los procesos terapéuticos desarrollados en la profesión. Así pues, se desarrollan punto por punto argumentos desmitificadores sobre el tema en cuestión, esperando con esto brindar puntos claros para un debate que, como se mencionó líneas atrás, apenas empieza.
Abstract
This paper presents considerations, historical
and theoretical, of the therapeutic processes that are assumed from Social
Work. Subsequent to this, there is a mention of the “myths” that the authors
managed to capture just at the beginning of discussions in academia on this
form of professional work.
It then takes as its starting point the
conception of each “myth” and puts forward a proposal to deny what is
considered inappropriate interpretations of the therapeutic processes developed
in the profession. Thus, we develop debunkers, point by point, of the arguments
on the subject in question, doping to provide clear points for discussion.
Conceptos clave: Procesos terapéuticos, Trabajo
Social, reconceptualización, mitos sobre la profesión.
1. Nociones
conceptuales sobre la terapia en Trabajo Social
1.1
Definición de los procesos
terapéuticos desarrollados por Trabajo Social
Hablar de procesos
terapéuticos en la profesión de Trabajo Social no es un tema sencillo, ya que
entraña un devenir histórico complejo, pero ante todo porque persiste en
algunos sectores cierta distancia con el tema, asunto que es necesario develar
y desmitificar. Con esa intención, lo primero es comprender qué se entiende por
procesos terapéuticos en Trabajo Social.
En este sentido, se
considera que se trata de procesos de investigación-intervención realizados por
un o una trabajadora social, que pretenden lograr el cambio subjetivo,
relacional y comunicativo de las y los sujetos, con el fin de que translaboren[2],
resignifiquen y superen el sufrimiento, o bien, que rompan con la repetitividad
de su historia personal, familiar o comunitaria, cuando ésta se presenta como
un obstáculo para su bienestar y el de su entorno (Rojas, 2008).
Esta forma de
trabajo profesional se plantea como un proceso, es decir, como una serie de
sucesos, interacciones y acciones interrelacionadas entre sí, que involucra la
investigación para conocer qué situación debe trabajarse con las personas, y a
su vez –no de forma separada- la intervención para lograr cambios a nivel
subjetivo, en las relaciones y la comunicación. El fin de la terapia es que las
personas logren sobrevivir, resignificar e incluso superar situaciones
dolorosas, producto de causas sociales, y de la interacción de éstas con las
decisiones de cada sujeto en su historia personal.
Esto de ninguna
manera supone que las personas tengan que “adaptarse” a situaciones que les
provocan sufrimiento, la labor terapéutica apunta, por un lado a que las
personas decidan –cuando esto es posible cambiar aquellos aspectos de su
cotidianeidad que atentan contra su bienestar, como podría ser un acoso laboral
o sexual o una relación violenta, y de esta labor puede precisamente derivarse
un proceso de denuncia. También, desde este tipo de trabajo profesional se
asumen objetos como el duelo, donde lo que se trata precisamente es de elaborar
la pérdida y en este sentido redefinir el proyecto de vida ante las nuevas
circunstancias, o bien, la terapia puede centrarse en que las personas logren
translaborar situaciones tan devastadoras como un abuso sexual, un accidente o
una enfermedad crónica, entendiendo que esto implica tratar las secuelas que
estos hechos tienen en la salud mental. La pregunta que surge ante estos
aspectos es ¿por qué el Trabajo Social asume este tipo de procesos?
1.2 La atención
terapéutica como respuesta a necesidades y derechos de la población.
Trabajo Social asume labores terapéuticas, no
como un asunto antojadizo, sino ante las necesidades que presentan las personas
a las que se dirige el trabajo profesional, esto porque, los objetos de
investigación-intervención que se tratan cotidianamente en los espacios donde
se desarrolla la profesión, provocan en la singularidad de cada humano o humana
una serie de necesidades, algunas de carácter material e informativo, que se
asumen desde la asistencia social, otras relacionadas con los requerimientos de
capacitación y de reflexión colectiva que apuntan a respuestas educativas y
promocionales, y otras de tipo subjetivo, vincular o comunicativo, que remiten
a respuestas terapéuticas. Es innegable por ejemplo, que ante un desastre
provocado por la interacción no respetuosa con la naturaleza, o por las características
geomorfológicas de una zona en particular, las personas van a requerir
asistencia para su alojamiento, alimentos, agua, vestido y vivienda, van además
a necesitar información, organización de distintos actores y promoción para
exigir el cumplimiento de sus derechos, y también van a necesitar contención,
apoyo y por consiguiente una adecuada intervención en crisis, donde lo
terapéutico y lo asistencial se funden para responder a la emergencia de forma
integrada.
En este sentido, se considera que las
personas como ciudadanas en el uso más amplio del término, tienen una serie de
derechos que deben responderse desde los procesos que puede desarrollar Trabajo
Social, entre los cuales está el derecho a la salud mental, derivado del
derecho a la salud, cuya respuesta es posible mediante labores terapéuticas que
prevengan daños mayores. Es claro que Trabajo Social está presente ante objetos
de investigación-intervención de gran complejidad tales como enfermedades
crónicas, fármacodependencia y alcoholismo, ideaciones o intentos de suicidio u
homicidio, violencia doméstica e intrafamiliar, conflictos familiares, pérdidas
generadas por desastres, entre otros, cuyas secuelas exigen necesariamente
labores terapéuticas, que, como se hizo mención anteriormente, cuando se trata
de la clase trabajadora es precisamente esta profesión la que brinda una
respuesta, y la reflexión de fondo entonces es ¿qué tan amplia, integral y
pertinente debe ser esa respuesta?.
1.3
Particularidades de la labor terapéutica de Trabajo Social
Un aspecto relevante sobre este tema, es que
al igual que las labores de gerencia social, socio-educativo promocionales e
investigativas, la terapia es asumida también por otras profesiones, cabe
entonces aclarar las particularidades que asume para Trabajo Social.
Los procesos terapéuticos de Trabajo Social,
por la posición que la profesión ocupa en los espacios socio-ocupacionales, se
han desarrollado principalmente en el ámbito público, y en menor medida en el
privado, lo cual ha mediado su ejercicio, por las exigencias, características y
limitantes institucionales; por las particularidades de los objetos de atención
y por las posibilidades o restricciones que imponen las políticas sociales.
Esto ha conllevado a la preferencia por las terapias breves y sumamente
especializadas, ya que un número más reducido de sesiones permite tratar a
mayor cantidad de población y utilizar propuestas relacionadas directamente con
los objetos particulares, es más factible para justificar el accionar ante instituciones
que esperan resultados que se evidencien de manera contundente (Rojas, 2007 a ).
En Trabajo Social el objeto "se
construye desde la reproducción cotidiana de la vida social de los sujetos,
explicitada a partir de múltiples
necesidades que se expresan como
demandas y carencias" (Rozas, 1998: 30). El objeto se construye
histórica y teóricamente en la profesión. Las necesidades particularizadas se
entienden precisamente como objetos
particulares, que al manifestarse en la vida cotidiana de las personas
constituyen un producto histórico.
Debido a que "es el objeto el que nos
demanda un determinado instrumental heurístico y un camino para conocerlo"
(Montaño, 2000) es relevante que las características de los objetos
particulares sean los que definan -desde la lectura de la realidad concreta-
las respuestas profesionales, las cuales no se implementan de forma “pura” sino
mediadas por condiciones económicas, políticas y sociales que marcan la pauta
de las políticas sociales.
Otro rasgo bastante particular de Trabajo
Social, es que los procesos terapéuticos se implementan paralela y
complementariamente con otras formas de trabajo profesional como la
asistencial, la socioeducativo promocional y la de gestión, con el apoyo
esencial que implica la investigación, que es realizada como sustento para la
toma de decisiones en el proceso de atención (Rojas, 2007 a ). Esto implica que no
se visualiza esta labor de forma aislada, sino como un complemento para
responder a las múltiples necesidades que las personas presentan.
Relacionado con lo anterior, y como el rasgo
que genera mayor distancia con otras profesiones que tratan la salud mental,
los y las Trabajadoras Sociales realizan un proceso terapéutico
contextualizado, es decir la persona no se comprende aislada de sus
circunstancias sino en interacción con las mismas (Rojas, 2007 a ), por ende las
explicaciones de los objetos asumidos suelen remitir a aspectos sociales.
Otro rasgo relevante es que Trabajo Social no
trata como parte de sus labores terapéuticas los aspectos intra-psíquicos o
inconscientes, ni la experimentación con la conducta. Tampoco se practica el
diseño y aplicación de test de personalidad (Rojas, 2007 a ).
1.4 Distinciones
entre procesos terapéuticos y “Método de caso”
Un aspecto histórico de gran relevancia, es
que las primeras labores que hoy denominamos como terapéuticas, en un inicio se
enmarcaron dentro de lo que conocemos como “Método de caso”. En este sentido,
las profesionales que fueron vinculándose a las instituciones de carácter social
en los momentos primigenios de la profesión, con una formación bastante marcada
en Psicología y Psiquiatría, iniciaron labores que hoy podrían enmarcarse como
intervención en crisis, paralelamente con asistencia social, dentro de lo que
se entendía como “Método de caso” (Rojas, 2007 a ).
Este origen del trabajo terapéutico sin
embargo no puede confundirse con el presente de este proceso de trabajo.
Posteriormente con la
Reconceptualización se dieron importantes cuestionamientos
que calaron profundo en la profesión en toda América Latina, y que llevaron
paulatinamente a reposicionar la teleología[3]
de los procesos terapéuticos, que, como el resto de las labores profesionales
surgieron con fines bastante adaptativos, pero que se fueron transformando.
Actualmente, las y los profesionales que
realizan labores terapéuticas tienen diversas bases teórico-metodológicas y
técnico-operativas para sustentar su trabajo cotidiano, y no reproducen los
supuestos ya superados del tradicional “Método de caso”.
1.5 Bases teórico-metodológicas
de la labor terapéutica
Como se mencionó en el apartado anterior, las
labores terapéuticas tienen bases teórico-metodológicas diversas. Por un lado,
hay una serie de aportes de la sociología, la historia, y la psicología,
principalmente la psicología social, que permiten comprender las causas de las
situaciones que son asumidas por el Trabajo Social. En este sentido se valora
como punto de partida básico la comprensión que la teoría crítica puede aportar
para develar las contradicciones principales del sistema capitalista y
patriarcal en el que las personas ven violentadas sus posibilidades para tener
una vida digna.
Es fundamental que las y los trabajadores
sociales comprendan la relación que existe entre lo universal y lo singular,
entre los condicionantes históricos y las manifestaciones inmediatas de la
realidad social, en lo cual aporta también la teoría crítica, en especial las
elaboraciones de la psicología social.
En el desarrollo de los procesos terapéuticos
entonces se conjuga la comprensión de la realidad social que se expresa en cada
sujeto por un lado, y por otro una serie de propuestas para el proceso de
investigación-intervención en sí, donde es innegable el aporte de la Psicología , cuyas
elaboraciones han permitido desarrollar bases
teórico-metodológicas e instrumentos técnico-operativos que han sido
releídos por el Trabajo Social, reelaborados y en algunos momentos también
criticados, con el afán de contar con un abordaje que teórica y técnicamente
guarde coherencia con las explicaciones de la realidad social. En este sentido
hay que profundizar en la confusión que surge entre la psicologización y la
psicología, aspecto que se tratará más adelante.
Los saberes que se generan en el Trabajo
Social y en otras profesiones y disciplinas, son precisamente para compartir
posibilidades de disertación y desarrollar procesos que impacten acertadamente
a las poblaciones sujeto del quehacer profesional. Afirmar lo contrario, sería
como decir que la historia es de los historiadores y las historiadoras.
1.6 Efectos
históricos de la satanización de los procesos terapéuticos: la Reconceptualización
y la neo-reconceptualización
Si bien se hizo mención del efecto positivo
que tuvo la
Reconceptualización , al abrir la posibilidad de criticar
labores adaptativas que no permitían visualizar las contradicciones del sistema
generador de injusticia social, ergo productor de sufrimiento, también hay
críticas importantes que se pueden hacer a este movimiento, relacionadas con la
negación de la propia historia.
Como afirmó en aquel entonces Flory Saborío
(1975) los resultados positivos de la Reconceptualización
se refieren a que este movimiento permitió la toma de conciencia del carácter
histórico de la profesión y la reflexión crítica sobre las causas de las
“problemáticas sociales”, como se les llamaba en esa época. Pese a esto, la
misma autora señala como resultados negativos:
“La precipitación, improvisación y extremismo
a que se ha llevado en algunos casos, provocando el cierre de oportunidades para
el campo de acción del Trabajo Social, y aumentando la indefinición del rol
profesional. Es el caso de las personas que han leído y asistido a eventos
donde se discute el tema, les ha gustado el lenguaje y se han dedicado a
transmitirlo, sin tener conciencia de las implicaciones” (Saborío, 1975: 130).
En la Reconceptualización
se partió del supuesto de que lo realizado anteriormente en Trabajo Social era
negativo y generaba condiciones funestas en la población. Esta visión se generalizó de forma tajante
contra la terapia y la asistencia, desterrando y satanizando ambas expresiones
profesionales, sin considerar el enorme potencial de replantear su teleología y
sus propuestas –aspecto que la historia demostró que era posible-. Esto
provocó, que muchos espacios conquistados por los y las profesionales durante
décadas, se perdieran por la visión de que existía un Trabajo Social que iba a
hacer sucumbir el sistema capitalista (Rojas, 2008) misión que hoy sabemos
trasciende cualquier profesión, y no reconoce las contradicciones propias de la
posición que Trabajo Social ocupa en la división sociotécnica del trabajo.
Mientras las fuertes críticas de la corriente reconceptualizadora ocasionaban
un impasse en las labores terapéuticas, este espacio profesional ya legitimado por Trabajo Social se descuidó,
dando paso a que las graduadas y graduados de Psicología encontraran un campo
abierto que asumir desde su vertiente clínica.
Se plantea entonces que la Reconceptualización
negó lo construido y propuso casi un “iniciar de nuevo” como propuesta de
cambio. En parte, esto fue producto de que este movimiento fue propiciado por
académicos y académicas que tenían una visión libresca del trabajo profesional,
y que consideraban que podían diseñar nuevas metodologías con la tarea de
sentarse a traducir textos en pautas de trabajo.
Estas críticas a la Reconceptualización ,
si bien son una importante señal de alerta en el presente, pueden perderse si
se cae nuevamente en una neo- reconceptualización, en la cual lo logrado por
los y las profesionales en los espacios de trabajo se critica desde una postura
academicista y promisoria, donde se niega la importancia y los alcances de las
conquistas profesionales. El que Trabajo Social asuma labores terapéuticas con
objetos altamente complejos que presenta la clase trabajadora se valora como
conquista, y precisamente de ahí parte la necesidad de desmitificar este
proceso de trabajo.
2. Mitos y
propuestas desmitificadoras
¿Qué es un mito y por qué hablar de
mitos?. En primer lugar, se reconoce con
el término aquella explicación sobre la realidad que parte de una concepción
idealizada de ésta. Los planteamientos realizados hasta el momento contra la
terapia están mayoritariamente basados en un punto de vista retórico,
especulativo y desapegado de la realidad material, ergo con carencia de
sustento histórico e investigativo, por eso se trata de mitos.
En segundo lugar, todos los mitos relativos
al tema parten de una falsa oposición entre Marxismo y Terapia. La intención de
estos mitos no es explicar el fenómeno sino crear una falsa conciencia
ideológica en torno a él, por lo cual se consideran tan importantes las
propuestas desmitificadoras. Se
identifican de esta forma seis mitos, ante los cuales se argumenta desde los
fundamentos teóricos e históricos que la autora y el autor comparten.
2.1 Primer mito: “Toda intervención terapéutica es
clínica y adaptativa”.
Propuesta
desmitificadora:
El desarrollo de este mito tiene fuerte
raigambre en el ideario de la profesión y tiene sus antecedentes en las
valoraciones teóricas desarrolladas durante la Reconceptualización.
(Ver: Kruse, 1976) Cabe recordar que
entre otras particularidades, este periodo se caracterizó por partir de una
concepción hegemónica bipolar sobre la profesión, en la que se planteaba la
existencia de un Trabajo Social tradicional y de otro reconceptualizado crítico
que habría de sustituirle.
Por otra parte este mito se sostiene sobre la
base de un estereotipo infundado o bien sobre un importante desconocimiento
acerca de la Psicololgía[4],
y es el hecho de que esta ciencia social y profesión no constituye una
totalidad monolítica e indiferenciada.
En primer lugar, la psicología presenta una
importante variedad teórica-metodológica a su interior donde existen distintas
posturas no exentas de conflictos entre sí.
Piénsese por ejemplo la oposición ontológica y epistémica entre el
conductismo y el psicoanálisis, y por otro lado en la psicología humanista
–autodenominada tercera fuerza- en respuesta a las divergencias con las dos
tendencias anteriores[5].
En segundo lugar, no todo el trabajo
profesional de la psicología se desarrolla desde el ámbito clínico. Al igual que en Trabajo Social, la psicología
constituye un trabajo especializado en función del valor de uso de los servicios
que produce y de las necesidades de la sociedad capitalista que lo posibilitan,
y en este sentido tiene un estatuto profesional que le ha permitido con
legitimidad diferenciada insertarse en la división sociotécnica del trabajo. En la actualidad la acción profesional
psicológica se desarrolla en múltiples planos que incluyen el clínico pero no
se limitan a éste, tales como la investigación y la psicología comunitaria.
Aunado a esto, el Trabajo Social si bien ha
retomado aportes de la
Psicología y la Psiquiatría en los procesos terapéuticos, también
ha desarrollado sus propias elaboraciones, tal es el caso de Naomi Golan en
intervención en crisis, Virginia Satir en el campo de la terapia familiar y
Michael White en la terapia narrativa, por poner algunos ejemplos.
En otro orden de cosas, el desarrollo de este
mito lleva un mensaje implícito, y es el que si la profesión de Trabajo Social
no desea ser reproductora de una práctica adaptiva y por ende conservadora,
necesariamente deberá abandonar la atención terapéutica. La consecuencia de
este planteamiento se observa al buscarle una respuesta a la siguiente
pregunta: ¿Qué hay con respecto al
sufrimiento humano? ¿Se debe intervenir o no ante las consecuencias emocionales
que se generan en la vida social dentro del capitalismo?.
Una respuesta negativa a estas interrogantes
traería dos importantes consecuencias. La primera de ellas tiene que ver con
una inadecuada mediación (o mejor dicho una yuxtaposición) de lo político
social sobre lo individual personal. O dicho de otra manera, la intención de
encontrar respuestas absolutas para los problemas singulares e inmediatos en el
ámbito de lo universal.
La segunda, consecuencia tiene que ver con la
invisibilización de un fenómeno de la subjetividad humana claramente
desarrollado en la tradición marxista: la alienación.
Desde la tradición marxista la alienación es
un proceso en el cual las personas se encuentran imposibilitadas para
comprender la relación entre la realidad objetiva del mundo con su vivencia
subjetiva (Lefebvre: 1969), o bien con la imposibilidad de conectar la
apariencia fenoménica de la realidad con su esencia (Mandel y Novack, 1977). En
este sentido quienes abogan por no abordar el sufrimiento humano mediante algún
proceso terapéutico, subestimarían el hecho de que una persona en esta
condición afrontaría serias dificultades para la producción creativa e
inclusive para el aporte a una posible transformación política. Una persona que afronta dificultades para
elaborar un proceso doloroso sin contención profesional, necesariamente corre
riesgo inminente de quedar atrapado en el ámbito de lo inmediato.
En contraposición a esta posibilidad
inmovilizante, cuando las personas asumen el cambio, sobrepasando los
obstáculos que esto conlleva, rompen con las pautas estereotipadas y
disociativas, que son precisamente las que generan estancamientos en el
aprendizaje de la realidad o bien provocan el malestar subjetivo
(Pichon-Rivière, 1978). Es decir, la
translaboración del sufrimiento permite hacer rupturas en la historia personal,
y amplía las posibilidades de que las personas puedan trascender el ámbito
alienante. Cabe hacer mención de que no hay nada más funcional al sistema, que
sujetos que no cuestionen siquiera sus circunstancias más cotidianas y queden
atrapados o atrapadas en la repetitividad de su propia historia.
Como conclusión, tenemos que contrario a lo
que plantea este mito, la atención terapéutica responde a necesidades de la
singularidad humana, y se perfila con posibilidades de ser liberadora,
contribuyendo a la toma de conciencia. Se comparte entonces una visión de la
terapia congruente con un proyecto político profesional alternativo, que
rechaza la visión adaptativa.
2.2 Segundo Mito: “Los procesos terapéuticos
implican Psicologización de la Cuestión Social , y consecuentemente la Psicologización
del proyecto profesional”
Propuesta
desmitificadora:
Al igual que el mito anterior y en estrecha
relación con éste, la segunda creencia en torno a la intervención terapéutica
surge de la equiparación inadecuada de dos términos: Psicologización e
Individualización. Esto es, que una cosa es asumir al individuo como sujeto de
intervención y otra muy distinta asumir al individuo como sujeto de análisis.
Dentro de la tradición bibliográfica en Trabajo
Social, el término “psicologizar” fue acuñado originalmente por José Paulo
Netto (1992) para explicar el proceso de desarrollo ideológico de la profesión
en los Estados Unidos en el siglo XX. La
cita en la que hace alusión al proceso es la siguiente:
“... en este cuadro que podría sugerir una
precipitación en el desarrollo profesional del Servicio Social, acentuando las
preocupaciones sociocéntricas que existían embrionaria y tenuemente en las
propocisiones de Richmond, ocurre un movimiento de viraje que tiende a psicologizar
el proyecto profesional. Pero acaba por
operarse y llevarse a la residualidad profesional las propuestas
alternativas. Para esto, aparecen las
alteraciones que sumaríamos líneas atrás y –fuertemente- la psicologización,
que pasa por percorrer todo el bloque cultural-ideológico hegemónico, del que
es índice la corriente psiquiátrica y, en seguida, psicoanalítica. Es este giro –que en si mismo no choca con
los fundamentos del periodo anterior, los que tenían por soporte una concepción
de sociedad vigorosamente individualista – que va a facilitar la
interacción con la tradición europea, fundamentalmente marcada por la
reducción de la problemática social a sus
manifestaciones individuales, con la hipertrofia de los aspectos
morales”. (itálica en el original, negritas del autor y la autora) (Netto,
1992:122-123).
Como puede observarse, Netto plantea el
término psicologizar como un mecanismo ideológico que pretende presentar el
contexto histórico como esencialmente bueno y por ende estaba fuera de la
discusión profesional cualquier proceso para transformarlo, dado que la
existencia de problemas sociales presentaban como causa la desviación de las
personas –desde su individualidad- motivadas exclusivamente por trastornos
emocionales.
Entendida así, la “psicologización”
constituye una forma de explicar las manifestaciones de las contradicciones de
la sociedad capitalista teniendo como criterio último y exclusivo la vivencia
personal y soslayando por completo las determinaciones más universales del
fenómeno. Dicho en otras palabras la
“psicologización” de la cuestión social consiste en la explicación de la
realidad universal, a partir de consideraciones puramente personal-singulares,
en las cuales las personas son concebidas como las responsables exclusivas de
su situación, dejando “libre de culpa” a las determinaciones societarias.
Un claro ejemplo de “psicologización” de la
cuestión social se observa en la premisa ideológica del capitalismo neoliberal
de que si una persona vive en condiciones de pobreza se debe a que no se
esfuerza lo suficiente para superar su condición, o sea, es pobre porque
quiere. O bien su contraparte, las y
los empresarios tienen una condición de ventaja social por su temperamento
emprendedor y voluntarioso, y por tanto su ejemplo puede ser imitado y seguido por todo aquel que se lo proponga
seriamente.
Puede apreciarse en la cita de Netto, que en
ningún momento hace referencia a la “psicologización” como trabajo profesional
concreto, o sea, en lo expuesto no existe
una condena tácita o explícita a la intervención concreta con finalidad
terapéutica.
En otro orden de cosas, tenemos las
consecuencias de la conclusión a la que se llega con la premisa del mito: la “psicologización” del proyecto
profesional. La interpretación que se le da en nuestro contexto no guarda
relación con lo señalado por el autor, y por el contrario parte de una
segmentación positivista de las ciencias sociales en la que se asigna que los
procesos de trabajo con finalidad terapéutica, corresponden única y
exclusivamente a la psicología y que sí se desarrollan prácticas sociales en
esta orientación se está invadiendo un campo del saber ajeno[6]. Esta concepción pasa por alto la inserción
de la profesión en la división sociotécnica del trabajo, en la cual Trabajo
Social ha logrado legitimarse social (ante la población meta) y funcionalmente
(ante quien contrata a los y las profesionales) como agente interventor en el
manejo del sufrimiento humano.
En
síntesis se observa como a partir de una fuerte relación al mito anterior, este
otro nace de una vinculación mecánica y viciada de lógica formal que equipara
“psicologización” con las labores terapéuticas.
En conclusión tenemos que la “psicologización” es un proceso que no se
limita necesariamente al campo terapéutico, dado que las explicaciones
culpabilizadoras e individualizantes se encuentran también en la: economía
(neoclásica o neoliberal), la sociología o la filosofía. La intervención con esta finalidad no
“psicologiza” si están claras las causas de los fenómenos sociales y se analiza
de manera compleja la realidad.
2.3 Tercer Mito: “El desarrollo de la
intervención terapéutica corresponde a
la crisis de materialidad del Estado de Bienestar”.
Propuesta
desmitificadora:
Este otro mito plantea que en el actual
contexto neoliberal, la falta de recursos para que Trabajo Social brinde
subsidios o bienes materiales mediante la asistencia social, conlleva a que las
y los profesionales realicen terapia como una “sustitución” del contenido
material que antes tenía su trabajo.
Al respecto cabe recordar que el
neoliberalismo no nace como una alternativa a una “crisis de
materialidad”. Esta idea de crisis del
Estado de bienestar nace como premisa ideológica del propio neoliberalismo,
para justificarse técnicamente como proyecto societal hegemónico.
Bajos sus designios, el Estado continua
recaudando impuestos –aunque suponen una lógica deficiente para subsidiar de
manera efectiva el sector social- y tiene el contenido económico para dar
seguimiento a las políticas sociales que históricamente han sido conquista de
las clases trabajadoras y concesión de los dirigentes políticos ligados al
capital, sin embargo, los recursos se desvían paulatinamente a la compra de
servicios privados (tercerización de servicios sociales), la inversión en obra
pública deja de ser prioridad y hay cantidades significativas que se desvían
bajo la lógica del clientelismo político hacia el sector empresarial.
Por eso no se puede afirmar que el
neoliberalismo se da por escasez de recursos del Estado, sino por la imposición
de medidas de ajuste de los organismos financieros internacionales, y por el
beneplácito de la clase hegemónica con estas medidas y con la apertura de los
mercados para la transnacionalización de la economía.
Por ende, la falacia de este mito corresponde
al hecho de que la atención terapéutica tiene su origen en Trabajo Social en el
surgimiento del Estado de Bienestar –al menos en el caso costarricense- en los
años 50 del siglo pasado, y precisamente en las dos décadas siguientes, época
expansiva del sector público y de las políticas sociales. Los procesos terapéuticos
van tomando mayor fuerza, y es por causa de algunos de los planteamientos de la
reconceptualización que sufren una crisis de legitimidad académica (Rojas,
2007). No se trata entonces de un
proceso de trabajo que adviene con el neoliberalismo o que encuentre su momento
de auge en este periodo. Se aprecia por
ende, que esta tesis carece de sentido histórico.
Otro aspecto relevante de mencionar, es que
los procesos terapéuticos, desde sus orígenes, han estado ligados a objetos muy
particulares que generan demandas que requieren este tipo de respuesta. Dicho
en términos de un ejemplo, la profesión no asume labores terapéuticas ante objetos
como la pobreza. Con esto se quiere
denotar que si existe un tipo de acción profesional destinada a crear
resignación y aceptación de las personas con respecto a su situación particular
(sea por la falta de recursos institucionales o por un proyecto ético-político
como el neoliberalismo), bajo ninguna circunstancia este tipo de intervención
puede ser denominada como terapéutica.
Se considera que las labores terapéuticas
deben realizarse cuando realmente lo ameritan, ya que no son sustitutos de otra
clase de acciones profesionales. Para
esto es esencial valorar –mediante la investigación que acompaña la
intervención profesional- si la situación presentada requiere una respuesta
terapéutica y si las personas pueden y están dispuestas a desarrollar el proceso
consiguiente (Rojas, 2007 b).
En el desarrollo histórico de la profesión,
los objetos particulares, las bases teórico-metodológicas y técnico-operativas
de los procesos terapéuticos han ido cambiando, logrando legitimarse en tanto
la clase trabajadora continua presentando situaciones que generan profundas
secuelas en su vida afectiva y en sus vínculos. Las labores de carácter
terapéutico por ende no advienen con el neoliberalismo, y no son una
sustitución de otro tipo de respuestas.
2.4 Cuarto Mito: “La terapia se reduce a lo subjetivo y la subjetividad”.
Propuesta desmitificadora:
Siempre desde una pretendida
interpretación materialista de la terapia, este nuevo mito parte de una
ficticia separación entre lo objetivo y lo subjetivo, sobre la base de una
concepción mecanicista que le asigna a la finalidad terapéutica un objeto
exclusivo: la dimensión no tangible y especulativa de la existencia humana, así
como la creación de ideas y percepciones sobre la vivencia cotidiana. En este sentido, este mito guarda relación
con el anterior que concibe a la intervención terapéutica como una práctica con
pretensiones de disociarse de la realidad material.
Siguiendo a Lagarde (2005) por subjetividad se entiende
la particular concepción del mundo y de la vida del sujeto, que está
constituida por normas, valores, creencias, lenguajes y formas de aprehender el
mundo. La subjetividad se estructura a partir del lugar que cada persona ocupa
en la sociedad y se organiza mediante las formas de percibir, sentir, racionalizar
y accionar sobre la realidad. Está entonces circunscrita a una realidad social,
y a su vez como indica esta autora “es la elaboración única que hace el sujeto
de su experiencia vital” (Lagarde, 2005:34).
Como puede apreciarse, si nos
apegamos a esta definición podemos entender que la subjetividad no es un campo
exclusivo de los procesos terapéuticos.
Muy por el contrario es un elemento arraigado a la totalidad de la
existencia humana y compete a sus más variadas dimensiones (sociabilidad, ocio,
sexualidad, creación de conocimientos, lenguaje, estética, etc.)
Por otra parte, desde la
tradición marxista, la separación entre subjetividad y objetividad resulta
insostenible. Al respecto el propio Marx
en sus tesis 6 y 7 sobre Feuerbach plantea lo siguiente:
“Feuerbach diluye la esencia
religiosa en la esencia humana.
Pero la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada
individuo. Es en realidad, el conjunto
de las relaciones sociales.... Feurbach
no ve, por tanto que el “sentimiento religioso” es también un producto
social y que el individuo abstracto que él analiza pertenece, en realidad,
a una determinada forma de sociedad”
(comillas e itálicas en el original) (Marx: 1973:9)
Por sentimiento religioso, el autor hace
referencia a explicaciones metafísicas y extraterrenales sobre la existencia
humana. En esta frase Marx no niega la
existencia y pertinencia de dichas explicaciones (que constituyen subjetividad)
por el contrario señala que las mismas dependen del desarrollo de las personas
en sus condiciones de existencia (producto social).
Si bien lo subjetivo pertenece a
cada persona –los pensamientos, emociones y sentimientos siempre “pertenecen” a
alguien- lo subjetivo es también actividad del sujeto. Subjetivo no es sinónimo
de subjetivismo, este última categoría se refiere a considerar que el sujeto es
capaz de pensar, conocer, sentir, etcétera, sin un referente concreto. Se
entiende que lo subjetivo tiene un referente objetivo, la realidad misma, donde
cada vivencia del sujeto no está cerrada en sí misma, sino relacionada
dialécticamente con el mundo objetivo (Rubinstein, 1963). En este sentido es
necesario distinguir subjetividad de subjetivismo, y por ende no caer en
la negación de la subjetividad.
No puede entonces concebirse la posibilidad
de trabajar sobre la subjetividad de la existencia humana, si las bases
objetivas materiales de la realidad no lo permiten. Dicho en otras palabras, los procesos
terapéuticos dependen de condiciones materiales concretas para lograr el
cumplimiento de sus fines. Por ejemplo:
resultaría imposible para cualquier trabajadora o trabajador social por más
calificado que esté, tratar las secuelas dejadas por la violencia intrafamiliar
si la persona atendida continúa conviviendo con la persona que le violenta. De igual forma resultaría imposible además,
trabajar cualquier temática que atañe a la subjetividad o a los vínculos de una
persona, mientras esta afronte un problema de supervivencia cotidiana que le
reduce a un permanente ámbito de inmediatez.
En
conclusión, es inadecuado fragmentar la realidad de esta manera, ya que aunque
la terapia se sitúa principal y aparencialmente en aspectos subjetivos, estos
se materializan en acciones de las personas. En otras palabras, lo subjetivo no
se reduce a lo terapéutico y viceversa.
2.5 Quinto Mito: “Insistir en la intervención
terapéutica implica no reconocer los límites de la terapia ante la “cuestión
social”.
Propuesta desmitificadora:
Este
mito constituye un completo anatema, que recupera el espíritu -y también los
errores- de la Reconceptualización.
Sostenerlo elude por completo la propia naturaleza de
la profesión y sobre valora sus dimensiones y posibilidades políticas.
Desde
una postura histórico-crítica, la génesis de la profesión ha sido explicada
como resultado del surgimiento de políticas sociales para atender las
consecuencias de la contradicción capital/trabajo en la sociedad capitalista
madura. Las mismas son promulgadas como
respuesta a la presión de los movimientos sociales como una estrategia en la
lucha de clases. El surgimiento de estas políticas plantearon la necesidad de
un trabajador especializado con la capacidad técnica y teórica para llevarlas a
cabo, ese trabajador es el profesional en Trabajo Social (Iamamoto, 1997;
Martinelli, 1997; Montaño, 1998; Netto, 1992)
Partiendo de la explicación anterior, se puede concluir que no sólo la
atención terapéutica afronta límites ante la “cuestión social”; el propio Trabajo
Social nacido en la sociedad capitalista como estrategia en la lucha de clases, presenta como
totalidad (o sea sin exceptuar ninguna de sus manifestaciones profesionales o
académicas) limitaciones ante la cuestión social; no es esta una prerrogativa
exclusiva a la intervención con finalidad terapéutica.
Proponer
el abandono de una forma particular de intervención, sobre la base de una mal
interpretada y fundamentada consecuencia teórica abstracta, conlleva negar la
inserción de la profesión en la división socio técnica del trabajo y
consecuentemente, renunciar a un nicho dentro del mercado laboral, que se ha
constituido como tal a partir de la legitimación que históricamente han
construido las y los profesionales.
El Trabajo Social debe reconocer con claridad las diferentes facetas de
las manifestaciones de la “cuestión social”, una de ellas es el sufrimiento
humano, producto de situaciones que atentan contra la dignidad, o que son
producto de un evento esperado o inesperado que afecta directamente a las
personas con las que trabajamos.
2.6 Sexto Mito: “Toda labor terapéutica es
reproductora del status quo, por lo tanto su esencia es conservadora”.
Propuesta
desmitificadora:
Valorar toda labor terapéutica como
conservadora es un juicio apriorístico que poco tiene que ver con las razones
por las cuales los trabajadores y trabajadoras sociales realizan este tipo de labor, y omite el
estudio meticuloso de la realidad concreta en la cual se ha desarrollado la
profesión.
La justificación teórica de este mito parte
de dos ideas, la primera tiene que ver el asumir que la atención terapeutica tiene una
intencionalidad propia y mecánica. La
segunda se centra en otro mito de largo aliento en la profesión, como lo es la
sobrevaloración de las posibilidades políticas de ésta y la pretensión de que sustituya los movimientos
sociales.
La primera idea referida no debería encontrar
raigambre en la tradición marxista. Al
respecto Lukács (Abendroth, Heinz y Kofler: 1971) señala
que únicamente tienen teleología los individuos y las clases sociales,
dejando por fuera la sociedad como totalidad -porque equivaldría afirmar la
existencia de un único proyecto societal con características de destino
inevitable-.
Contrario a lo que plantea Lukács, este mito
le asigna una teleología propia a los procesos terapéuticos, colocándolos más
allá de la autonomía del agente profesional, como persona con libertad para la
toma de decisiones y para la toma de posición con respecto a la realidad. Dicho en otros términos, este mito plantea
una reificación de la atención terapéutica, o sea se le presenta como una
práctica reiterativa que se reproduce a sí misma por sí misma, poniéndola fuera
del alcance de quienes la desarrollan -como puede observarse una concepción
totalmente idealista-.
Un ejemplo histórico de lo inadecuado de la
sobregeneralización teleológica podría ser el siguiente. A pesar de que la medicina fue utilizada por
los nazis como medio de consecución de fines éticamente cuestionables tales
como: eugenesia selectiva, “limpieza étnica”, experimentación humana para armas
biológicas y químicas, entre otras barbaridades; a nadie le pasó nunca por la mente señalar
que la medicina encarnaba un proyecto profesional endógenamente siniestro; y
menos todavía proponer su eliminación como profesión en función de la finalidad
que se le dio. Tampoco se cuestionó su
legitimidad social como profesión que permite curar, tratar e investigar
padecimientos humanos.
La segunda idea es de larga raigambre en el
ideario profesional, que transporta a la época de desarrollo teórico
metodológico de la profesión en la Reconceptualización ,
donde se proponían las posibilidades de la profesión de jugar un rol
protagónico en la transformación social y aún en la revolución (!). [7]
Lo primero que habría que tener claro es que
la propia génesis de la profesión obedeció a una estrategia de la lucha de
clases destinada a la manutención del status quo, o sea no constituye una
propiedad exclusiva de las labores terapéuticas. Ahora bien, por una cuestión de lógica
dialéctica e histórica, esta marca de nacimiento no constituye una determinante
fatalista e irremediable, al ser que la profesión en general y la finalidad
terapéutica en particular, constituyen proyectos humanos que históricamente
pueden asumir el rumbo que le impriman quienes los llevan a cabo. En
conclusión, no quedan deterministamente amarrados a una marca indeleble de
nacimiento.
Conclusiones
Las reflexiones teórico-metodológicas
desarrolladas hasta el momento nos permiten llegar a varias conclusiones
generales en torno al problema que nos ocupa.
La primera de ellas tiene que ver con la
naturaleza de los servicios con finalidad terapéutica desarrollados desde la
profesión. Actualmente se está
desarrollando en nuestro contexto una discusión al respecto en la que se ha
objetado la pertinencia de considerar esta forma particular de intervención
como una dimensión del Trabajo Social.
Otras personas objetan inclusive el que se le pueda considerar como un
proceso de trabajo. La conclusión a la
que se aborda con este estudio es que la particularidad de lo terapéutico en
los servicios producidos desde Trabajo Social hacen alusión al valor de uso
de los mismos. En vista de esto,
dichos servicios constituyen productos socialmente necesarios y su valor de uso
parte de una necesidad real de las poblaciones que son atendidas
mediante políticas sociales: la contención y el proceso de translaboración y
cambio, ante diversas circunstancias dolorosas y difíciles de sobrellevar sin
acompañamiento profesional.
Como segunda conclusión tenemos que al igual
que buena parte de las necesidades humanas en el contexto de la sociedad
capitalista, la atención terapéutica y la forma en que esta se satisfaga puede
verse alienada. Esto implica que existe
la posibilidad real de que este proceso de trabajo, como satisfactor, pueda direccionarse
hacia proyectos ético-políticos conservadores.
Pese a este peligro, esto no implica que la intervención de carácter
terapéutico sea necesariamente un saber y una práctica alienada y alienante en
sí misma, que aprisiona determinista e irremediablemente a quien la brinda y a
quien la recibe.
En tercer lugar, puede observarse que en
torno a este problema no ha existido en
nuestro contexto una verdadera elaboración teórico-metodológica. La
problematización ha girado en torno exclusivamente en la creación de
construcciones mitológicas limitadas en
función de que su valor no es explicativo sino ideológico, en tanto
procuran crear una (falsa) conciencia sobre esta particular forma de trabajo
profesional centrada en la descalificación a priori.
Finalmente, parte de la intención del y la
autora es señalar que en función de su valor de uso y de la atención de
necesidades concretas, esta forma de trabajo profesional goza de una importante
legitimidad social que ha posicionado beneficiosamente a la profesión ante
la población meta de las políticas sociales así como de una no menos importante
legitimidad funcional que a la postre le ha permitido a la profesión
(entre otros factores más) consolidar un espacio en la división socio-técnica
del trabajo. Ninguna crítica que se haya
esbozado hasta el momento ha tomado en cuenta estos criterios, lo cual
constituye un riesgo de pérdida de nichos en el mercado laboral por los cuales
se ha luchado a lo largo del tiempo.
Cabe preguntarse por qué desde algunos
sectores, principalmente académicos, se propician luchas internas que se
orientan a cerrar espacios de trabajo legitimados históricamente, en un
contexto de competencia feroz con otras profesiones, que gustosamente asumirán
las consecuencias de las discrepancias internas.
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e investigación. Editorial Manual Moderno. México. 1993.
Autora: Carolina Rojas Madrigal
Dirección postal: 7-1390-1000 San José
Actualmente trabaja en: Universidad de Costa Rica, Escuela de Trabajo Social
y Departamento de Investigación y Evaluación Académica (DIEA) del Centro de
Evaluación Académica, Vicerrectoría de Docencia, como docente, asesora e
investigadora.Grados académicos: Bachiller, Licenciada y Magister Scientiae en
Trabajo Social de la Universidad de Costa Rica.
²
Revista Costarricense de Trabajo Social n° 18,
setiembre 2006: Artículo "La intervención en crisis con familias que
atraviesan procesos de separación o divorcio".
² Revista Reflexiones de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de Costa Rica volumen 86, n° 01, año 2007: Artículo
"Indigencia en San José: expresión del desarraigo y la exclusión
social".
² Revista Costarricense de Trabajo Social nº 20, año
2008: Artículo "¿Por qué surge y se desarrolla la dimensión terapéutica en
el Trabajo social costarricense?".
² Revista Escenarios, nº 15, año 2010: Artículo
“Desafiando mitos: consideraciones sobre la legitimidad de los procesos
terapéuticos desarrollados en Trabajo Social” en coautoría con el Lic. César
Villegas Herrera.
² Revista Costarricense de Trabajo Social, Edición
Especial, volumen 1, año 2011: Artículo “La dimensión terapéutica del Trabajo
Social y la protección de los Derechos Humanos”.
² Revista Actualidades Investigativas en Educación,
n° 1, volumen 12, año 2012: Ensayo “Participación de los y las docentes en la
transformación curricular”.
² Revista Costarricense de Trabajo Social, nº 22, año
2012: Artículo “Transiciones conceptuales de los procesos terapéuticos
desarrollados en Trabajo Social”.
[1] Carolina Rojas es
Licenciada y Master en Trabajo Social. César Villegas es Licenciado en Trabajo
Social y está concluyendo su tesis te maestría en Trabajo Social. Ambos son
docentes de la Escuela
de Trabajo Social de la
Universidad de Costa Rica. (Dirección postal 7-1390-1000
[2]
Translaborar es parte del proceso de resolución que hace el sujeto de una
situación de crisis. Implica la expresión e identificación de sentimientos y
pensamientos ante el suceso crítico o doloroso que generó la crisis. (Ver
manejo de este término en la obra de Slaikeu -1993- sobre intervención en
crisis).
[3]
Teleología es la intencionalidad y consecuentemente la direccionalidad de un
proyecto o acción individual o colectiva.
La misma procede de las y los propios actores sociales o políticos que
los desarrollan.
[4] Es
posición de ambos autores que en función de lo anterior, el término
“psicologizar” constituye un irrespeto hacia la profesión y disciplina de la Psicología y por tanto
su utilización debería ser revisada. Al
respecto obsérvese la discusión desarrollada en el Segundo Mito.
[5] Para profundizar al respecto consultar Feixas,
Guillem y Miró, María Teresa (1993). Aproximaciones
a la psicoterapia: una introducción a los tratamientos psicológicos. España:
Ediciones Paidós.
[6] Con
esta postura se cumple aquella advertencia que hicieran tanto Netto (2000) como
Coutinho (2009) sobre no invadir para no ser invadidos.
[7] Al respecto ver: Ander-Egg y Kruse (1971) , Kisnerman (1974)
Las colaboraciones que realizan los autores se reciben a consideración
del Comité editorial.Las opiniones, comentarios y posturas intelectuales que expresan los
autores, son de su exclusiva responsabilidad y no reflejan
necesariamente el punto de vista la Coordinaciòn del Blog
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