Mi agradecimiento al estimado colega Francisco Gomez Gomez por compartir su valioso artìculo, para ser publicado en el Blog y en la Revista ConViviendo. Lic. Liliana Calvo
En el deseo de ser gigantes
reside vuestra bondad, y ese deseo se encuentra en todo vuestro ser.
Más en algunos tal deseo es un torrente
que se precipita turbulento hacia el
mar, arrastrando consigo los secretos de las colinas y el canto de los bosques.
Otros son como el riachuelo manso que se pierde en ángulos y curvas y que se
agota antes de alcanzar el mar.
Pero no permitáis que quien
mucho ansía diga a quien poco anhela: “¿Porqué eres tan lento y parado?”.
Porque quien es
verdaderamente bueno no pregunta a quien está desnudo: ”¿Donde están tus
ropas?”, ni a quien no tiene techo: “¿Qué ocurrió con tu casa?”. (G. Jalil
Gibrán. El Profeta).
La presente comunicación pretende
recoger las reflexiones que, a través del ejercicio de mi docencia en la E.U.
de Trabajo Social de La U.C.M., donde imparto desde hace más de una década las
prácticas del trabajo social, he contrastado con compañeros y alumnos sobre la
necesidad que existe socialmente de contar con unos trabajadores sociales mejor
formados, que fueran capaces de atender los problemas individuales, familiares
y grupales tanto a nivel preventivo como terapéutico.
Ya hace cinco años que pusimos en marcha el Curso de: “Experto en Modelo Sistémico- Relacional en Tratamiento
Social: Contextos preventivos y terapéuticos”, como Título Propio de la Universidad Complutense de Madrid,
para intentar contribuir a paliar dicha necesidad, y mi experiencia desde su coordinación es que los trabajadores
sociales y los demás profesionales que lo han realizado (psicólogos, pedagogos,
sociólogos, abogados, diplomados en enfermería, etc.) no sólo se sienten
entusiasmados con los conocimientos que adquieren, sino que solicitan más
formación para poder incorporar lo que aprenden en sus campos de intervención.
Manifiestan que aumenta
su credibilidad en lo que hacen y que se ilusionan al ver la evolución y mejora de sus clientes.
Si consultamos las normas que
estableció, en 1.984, la N.A.S.S.W. (National Association Social Worker) para
el ejercicio de la práctica
del trabajador social
clínico podemos observar que
dicho código se parece, según mi criterio, a lo que en nuestro entorno viene
ocurriendo ya con un buen número de trabajadores sociales, que cada vez van
adquiriendo una mayor y mejor formación para poder ejercer como terapeutas con las
familias que les demandan ayuda.
Un ejemplo que pone de manifiesto que en nuestro país va
aumentando el número de trabajadores sociales
con una mayor formación de postgrado es que en el directorio de socios de
la Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar
de 1.996, ya existían más de 120 socios trabajadores sociales de un total de
882 socios. Es fácil suponer que dicho número haya seguido aumentando y que
otras Federaciones o Asociaciones también contarán
entre sus socios con trabajadores sociales, que se
asocian después de adquirir una formación previa y que es uno de los requisitos
establecidos para ser admitidos en ellas.
Gordon Hamilton mantenía allá por 1.967
que el trabajador social tenía que prepararse para administrar psicoterapia1 porque cuando alguien toma conciencia
de su problema y quiere ser tratado no importa que dicho tratamiento sea
considerado como parte del trabajo social o como terapia o psicoterapia. Lo
importante es la demanda y que el tratamiento sea administrado por un
profesional con una formación previa y reconocida.
El trabajador social que esté
interesado en la práctica de la psicoterapia “debe estar emocionalmente
dispuesto a aprender sobre sí mismo y sobre los demás, por lo que es
conveniente el propio análisis, si fuera posible, y un periodo de
adiestramiento en el que se trate un buen número de casos bajo la estrecha
supervisión de un profesional, y posteriormente con consultas”.
La N.A.S.W.2
define al trabajador social clínico como aquel que está, por formación y
experiencia, profesionalmente cualificado a un nivel de práctica autónoma, para
proveer servicios directos de diagnóstico, preventivos y de tratamiento a
individuos, familias o grupos cuyo funcionamiento está amenazado o afectado por
stress social o psicológico o por deterioro de
salud. Por tanto,
como profesional de la atención
de la salud3 que es, va a proporcionar apoyo a individuos y familias, y este apoyo es el que puede
incluir a la psicoterapia.
Mi formación de màs de ocho años en el
modelo sistémico-relacional, y mi experiencia de intervención en familias, en
el Gabinete de Orientación Familiar del Centro Sociocultural “Mariano Muñoz”
del barrio de Orcasitas de Madrid, me han demostrado que el trabajador social puede
capacitarse para realizar intervenciones preventivas y terapéuticas, tanto a
nivel individual como familiar y grupal.
El Trabajo Social Clínico tiene que
ser, a mi juicio, una especialización del Trabajo Social. No cabe duda que lo
que capacita a cada uno para el ejercicio de una profesión es el título que
está legalmente establecido, pero también es cierto que después cada uno
adquiere la cualificación que más le gusta; la cual le proporciona las
habilidades adecuadas para ayudar a las
personas que requieran sus servicios, dentro del ejercicio de su profesión.
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Este campo de práctica puede ser
encuadrado dentro del Área Temática: “La formación para la autoocupación” de
este Tercer Congreso Estatal de Escuelas Universitarias de Trabajo Social, pues
es la práctica privada la que menos se ha desarrollado en nuestro país y por
eso es pertinente avanzar en la exploración de nuevos yacimientos de empleo.
El hombre es un ser bio-psico-social y
es desde esa unidad desde donde cabe intervenir para ayudarle de una forma
eficiente, no desde la parcelación de su ser. Recuerdo, con cariño, a aquélla
madre -Agustina-, cuando nos
agradecía, con las tartas que hacía tras un curso de hostelería, el que le
hubiéramos ayudado a ella y a su hijo
-Antonio- de 20 años a salir de la situación en que se hallaban cuando
recurrieron a nosotros, porque el médico de zona les aconsejó que así lo
hicieran. Tras entrar en contacto con dicho profesional nos manifestó que creía
que no era suficiente con la medicación para que el chico superara el estado en
que se encontraba: a veces se sentía tan decaído que no se levantaba de la cama
en todo el día y otras permanecía en ella más de un día.
En la primera entrevista, llegó
Agustina con su marido -Bernabé-, tras haber sido citados previamente todos los miembros de la familia, llorando y
diciéndonos que les teníamos que acompañar a su casa, que estaba allí al lado,
para que viéramos cómo su hijo no quería levantarse de la cama para venir a
consulta. La convencimos de que ella, con la ayuda de su marido, era capaz de
ir y hacer que les acompañara, que no sería necesario que hablara, si no
quería, pero que escucharnos le ayudaría a no sentirse amenazado y convencerse
que queríamos ayudarle en lo que nosotros pudiéramos y él necesitara. Los
padres se fueron y volvieron con él y tras unos meses de tratamiento reinició
sus estudios, encontró novia y no volvió a necesitar medicación, ni a meterse
en la cama, cuando la situación le desbordaba y no podía controlarla. Ya no
tenía que justificar que lo que le ocurría, cuando se acostaba, era algo
interno que le sucedía en la cabeza y era superior a sus fuerzas
La madre que siempre había sido la
cuidadora de sus hermanas, de su madre, tuvo que acostumbrarse a ser más
cuidadora de ella y de su marido, sólo que un poco más desde la salud y no tanto desde la enfermedad. Dedicó su
tiempo libre a realizar un curso de repostería donde aprendió a hacer unas
tartas en las que ponía su tiempo, sus habilidades y su corazón, por eso
estaban buenísimas. Nos decía uno de los últimos dias: “….ahora encuentro el
sentido de mi vida en las pequeñas cosas que hago… en bordar una mantelería
para una sobrina que va a casarse… en ir con mi marido al pueblo algún fin de
semana…..”.
En cuanto el médico le retiró a Antonio
la medicación nos llamó y nos dijo lo bien que había evolucionado el caso,
comentamos cómo: “no hay enfermedades sino enfermos” y quedamos abiertos a
nuevas colaboraciones para ayudar a los pacientes que lo necesitaran. El
enfoque clínico parte de la realidad vivida por un sujeto determinado y no de una generalización
basada en categorías de análisis que se consideran
objetivas, como afirma Carlos Eroles4.
Muchas veces establecer fronteras entre la atención sanitaria y la atención
social es no tener en cuenta las necesidades de la gente que requiere que ambos
sistemas de atención trabajen estrechamente juntos5.
Los trabajadores sociales tienen mucho
que ofrecer y que aportar a nuestra sociedad, suponen unos recursos humanos que
además de abundantes pueden ser aprovechados de una manera más eficiente si
comienzan a dirigir sus esfuerzos, desarrollando habilidades, no sólo a aplicar
los recursos sociales, lo cual es muy importante, sino también a desarrollar y
fortalecer los propios recursos de los usuarios de los servicios sociales,
potenciar su yo, pues con ello aumentará su autoestima y podrán hacer un mejor uso
de sus habilidades para solucionar sus problemas. Hartland reconoció que: “los
pacientes en terapia no están dispuestos a abandonar sus síntomas hasta que no
se sienten lo suficientemente fuertes para seguir adelante sin ellos”6. En este sentido Erickson planteó que:
“la mente contiene todos los recursos que un individuo dado necesita para
resolver sus problemas, por ello el terapeuta debe ser capaz de ayudar a sus
pacientes a activar los propios recursos naturales internos”7.
Otro caso
en el que intervinimos de forma más
breve que en el que hemos comentado anteriormente, nos llegó derivado de la
escuela, porque Juan, de 9 años, presentaba conductas inadaptativas en el aula.
Cuando recibimos a la familia vinieron los Padres: Juan de 56 años, productor
de televisión, Ana de 38 años, dedicada a su casa, y dos hermanas de 14 y
de 10 años, Ana y Almudena, que no presentaban problemas.
Citamos a la familia por teléfono y la
madre nos contó que estaba muy asustada con su hijo Juan porque cuando decía:
“que me da eso”, hablaba de morirse…. de tirarse por la ventana... Nos preguntó
si debían venir con el niño, a lo que le contestamos que si no venían con él para que le viéramos creíamos que
poco podríamos hacer.
Cuando entraron en la consulta, sentaron
al niño en medio de los padres. Al rastrear el problemas que cada uno tenía en
su familia nos dimos cuenta que la pareja se comunicaba en torno al problema del hijo. Nos contaron que el problema
apareció hacía un año cuando
Juan iba a hacer la primera
comunión junto con su hermana Almudena y al ir a catequesis comenzó a darle
miedo la muerte, nos afirmaron que ellos creían que quizás el miedo se debía a
que en la catequesis se hablaba de ella. Y que por eso no hizo la comunión con
su hermana.
Nos dimos cuenta que el padre no era
creyente, mientras que la madre sí lo era. Sacamos
al niño de la parentalización en que se encontraba. El niño colaboró en todo
momento con nosotros y el temor
que mostraba al principio
se le fue olvidando después.
Trabajamos unas
sesiones más para que se pusieran
de acuerdo entre ellos sobre cómo no fijar la atención sobre
el niño. El miedo
a la muerte que tenia
el padre fue también comentado
y les ayudamos a contestar
a lo que les preguntara su hijo sobre dicho tema, haciendo así que dejara de
ser un tema tabú en la familia.
En la última sesión donde les dimos el
alta, trabajamos reforzando sus recursos para saber cómo hacer frente a ese
problema u otros que apareciesen en el futuro. Quedamos a su disposición por si
nos necesitaban en alguna otra ocasión. Ana la madre nos decía: “Hemos visto la necesidad de encontrarnos nuevamente como pareja, ahora que los hijos
van creciendo”. “Ahora vamos
a salir nosotros solos una vez a la semana, pues nuestros hijos tienen,
también, que ver cómo tenemos nuestro espacio distinto al de ellos, que se
quedan en casa”.
Estoy totalmente de acuerdo con Cloé
Madanes cuando afirma que la terapia se dirige a organizar la familia como una
red de ayuda mutua, a enseñar terapia
como una forma de arte y a incorporar moralidad y espiritualidad.
La espiritualidad incluye un cierto sentido del humor que nos ayude a reírnos
de nuestra precaria situación en este mundo. Uno de los propósitos de toda
terapia debe ser el de ayudar a la gente a hacer cosas que les creen buenos
recuerdos para poderlos recordar, entre ellos, muchos años después8.
Todos tenemos que aportar nuestro
granito de arena para contribuir a cambiar el perfil del trabajo social. Tenemos
que colaborar para hacer que las representaciones sociales existentes
incluyan al trabajador social como un profesional que cree en las personas a
las que presta sus servicios, que les escucha y les comprende, que les da
nuevas esperanzas de cambio, que les ayuda a ser más amables y solidarios con
los otros miembros de su familia, en definitiva que les enseña a relativizar la
vida, a ser más comprensivos y condescendientes con ellos mismos y con los
demás.
Por último, para acabar esta comunicación, quiero
hacerlo con la cita de un pensamiento de Anthony de Mello que creo que refleja bastante
bien hacia donde puede virar el trabajo
social con el enfoque clínico:
Dijo un día el Maestro: “No estaréis preparados para ‘combatir’ el mal
mientras no seáis capaces de ver el bien que produce”.
Aquello supuso para los discípulos una enorme confusión
que el Maestro no intentó
siquiera disipar.
Al día siguiente les enseñó una oración que había aparecido garabateada en un trozo
de papel de estraza hallado
en el campo de concentración de Ravensburg:
“Acuérdate, Señor, no sólo de los hombres y mujeres de buena voluntad, sino
también de los de mala voluntad. No recuerdes tan sólo todo el sufrimiento que
nos han causado; recuerda también
los frutos que hemos dado gracias a ese
sufrimiento: la camaradería,
la lealtad, la humildad, el valor, la generosidad y la grandeza de ánimo que
todo ello ha conseguido inspirar.
Y cuando los llames a ellos a
juicio, haz que todos esos frutos que hemos dado sirvan para su recompensa y su
perdón”.
1 Para una información más amplia puede consultarse su libro: “Psicoterapia y Orientación infantil. Hormé S.A.E. Buenos Aires. 1.967” en el que dedica el último capitulo (XII) a la preparación del asistente social para administrar psicoterapia.
2 Cit por Ituarte Tellaeche, A.: Procedimiento y Proceso en Trabajo Social Clínico. Siglo XXI. Madrid. 1.992. Pág. 5.
3 Marzillier, J.S. y Hall, J.: ¿Qué es la Psicología Clínica?. Promolibro. Valencia. 1.997. Pág. 14.
5 Marzillier, J.S. y Hall, J.: Id. Pág. 338.
6 Cit. Por Hawkins, P.J.: Introduccion a la Hipnosis Clínica. Una perspectiva humanista. Promolibro. Valencia. 1.998. Pág. 53.
7 Id.
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